HERRAMIENTAS PARA USAR BIEN EL ESPAÑOL
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Lo primero es el Diccionario de dudas y dificultades de la lengua española, de Manuel Seco, que acaba de morirse este diciembre de 2021. La última edición que nos deja es la de 2011. En orden alfabético encontramos resueltos tanto los problemas básicos como los más intrincados en el uso del español. Cuando se empieza a usar, no sabe uno qué haría sin él. Cura la cursilería, la ignorancia, la afectación y la estupidez a un tiempo, con su generosidad, ironía, claridad, moderación, viveza y veracidad. El prólogo («La lengua que nos une», y el resumen de gramática del final se pueden leer como un libro, y valen por muchos manuales).
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Para curarse del inglés infeccioso, mal digerido por los que tampoco conocen ni aman su propia lengua, hay que volver siempre al nunca suficientemente ponderado El dardo en la palabra, de don Fernando Lázaro Carreter, mítico director de la Academia, filólogo, maestro, afiladísimo crítico de teatro, autor de los mejores manuales para aprender nuestra lengua (por ejemplo su Cómo se comenta un texto literario, leído hoy es casi una condena a cadena perpetua para muchos, demasiados profesorillos de lengua, porque por desgracia hoy un buen comentario de texto está penado y perseguido). Luis María Anson, siendo director de la Agencia EFE, le encargó a Lázaro Carreter un artículo mensual sobre el mal uso de la lengua por parte de comunicadores de todo tipo; después esos artículos los publicó en su tercera el ABC y después salieron en EL PAÍS.
Estos dardos son una lectura deliciosa: al tiempo que aprendemos del último cuarto del siglo XX, o disfrutamos de cómo compara al pelotón del tour de Francia con las huestes del Cid, nos curamos, por ejemplo, de la imbecilidad de usar «versus» (o, aun peor, su vergonzante abreviatura «vs»), como si significara «contra»; para eso –nos dice– ya tenemos una preposición que nos viene del latín y significa «contra»: «contra»; pero al cursi se traga encantado el error de los ingleses (no todos, los egregios, no) que copiaron ese «versus», que en realidad significa «hacia», como el «vers» del francés. Y así… Me temo que el libro hay que encontrarlo de viejo, cuando deberían leerlo todos los bachilleres, periodistas, políticos, padres, escritores, guionistas, publicistas… El libro de don Fernando recuerda al fabuloso El defensor, de Pedro Salinas.
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Todo esto nos pone ya en guardia ante el Diccionario de la RAE en sus últimas ediciones, o por lo menos nos obliga a aclarar que la Real Academia en su diccionario no prescribe tanto como describe los usos de la lengua que se van consolidando, incluso si proceden de la ignorancia, la pereza, el error, o la malicia (que los hay). Aunque consultamos las últimas ediciones del DRAE en línea, nos quedamos, por estar hecha por una generación de académicos mucho más brillante que la actual (y no controlados por comisiones de comisiones de comisiones), y en una época menos idiota, con la vigésima primera edición, de 1992. Pero no se olvide que la lengua española, nuestra mayor herencia, la destruimos o la mejoramos entre todos, en el uso de cada día.
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Hasta aquí lo mínimo para manejarse. Si se quiere ir más allá, hay otros dos diccionarios impagables para escribir y pensar la lengua, como el Diccionario ideológico de la lengua española, de Julio Casares, lleva el lema: «Desde la idea a la palabra; desde la palabra a la idea». A veces, mientras escribimos o pensamos necesitamos una palabra que sabemos que existe o que debería existir, pero no la recordamos; por ejemplo: ¿cómo se llama el sonido que emite el elefante?; el Casares agrupa las palabras por familias semánticas; de una para otra, como los detectives, llegaremos al término: «barritar». El Casares es una necesidad y un placer.
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El maestro de escritores es Azorín, del que tenéis una selección en esta misma página. De él aprendemos innúmeras palabras; a construir oraciones sencillas y claras («Por la luz saben los pastores durante el día la hora»; a usar la puntuación; a describir; a saber mirar, y contar el tiempo, los colores, los olores…; y a amar nuestra literatura. Decía Julián Marías que de Azorín se podría sacar la mejor Historia de nuestra literatura, y así es. Además, son imprescindibles las Historias críticas de la literatura española de Francisco Rico (ed. Crítica, varios tomos, agotadísimo), de Ángel Valbuena Prat (ed. Gustavo Gili, agotadísima), o de Juan Luis Alborg (ed. Gredos).
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La mejor antología de nuestra poesía sigue disponible y es un regalo estupendo para cualquier edad: Mil años de poesía española, de Francisco Rico (Ed. Crítica). La selección de autores, universales y olvidados, siguiendo solo criterios de gusto, calidad e influencia histórica, sin concesiones a lo que se espera, ni a politización ni cursilería alguna; las introducciones a cada uno de los autores, que juntas hacen una historia de la literatura; y los breves y precisos comentarios a cada poema…, hacen de esta antología un imprescindible que ha ido mejorando en cada edición.